Llegaba el puente de Todos los Santos. Sabíamos que queríamos ir a la montaña, pero teníamos el tiempo limitado por compromisos. Sólo contábamos con un día y medio y los compañeros iban cayendo por compromisos o indisposiciones de última hora. Al final quedamos dos y nos costó decidir a dónde ir: ¿Vall Fosca? ¿Campbieil? ¿Monteixo? Finalmente nos decidimos por Benasque y viendo el estado de la nieve, casi inexistente, decidimos apuntar alto: Perdiguero, uno de los picos más prominentes de la zona, con 3.221 metros de altura.
Así, salimos un domingo por la tarde para ir a dormir a refugio libre, que inexplicablemente estaba vacío y con dos colchones semi-nuevos esperándonos para descansar como es debido. Tras dormir plácidamente suena el despertador a las 6 de la mañana. Nos encaminamos al final de la carretera de Benasque, para remontar el Valle de Remuñé, por donde no encontraremos a nadie durante todo el día.
El camino es suave y asciende de manera cómoda. Prácticamente siempre avanzamos junto a la bajada de aguas y la temperatura es ideal, por lo que el avance es agradable. El valle de Remuñé no tiene desperdicio: sirve de acceso a los picos de Boum, Maupas, Tusse de Remuñé, Rabadá y Navarro y a tantos otros. Por el camino vamos encontrando pozas y se empieza a divisar la Forca de Remuñé, que corona el valle. Llegados a la zona de los Ibons de Les Arenals, los itinerarios se empinan.
Aquí ya empieza a tocarnos el sol y debemos decidir por dónde atacar el ascenso: directo a la Forca de Remuñé o a nuestra izquierda de manera más progresiva buscando el Portal de Remuñé. A medida que ascendemos nos vamos acercando a al circo y a las estéticas paredes que hay junto al Portal de Remuñé.
Finalmente, ya con 1.000 metros de desnivel acumulados en nuestras piernas, alcanzamos el punto clave del Portal de Remuñé. Aquí tenemos la primera vista del Perdiguero y del Ibón Blanco de Lliterola desde que iniciamos nuestra travesía.
Podemos decidir aquí girar y ascender al Tusse de Remuñé, que tenemos bastante cerca y a tan sólo 200 metros de desnivel. El plan original es descender hacia el Ibón Blanco para luego acometer un ascenso de 500 metros más de desnivel hasta coronar el Perdiguero. Como vamos bien de tiempo y las fuerzas acompañan nos decidimos por el plan largo y empezamos el descenso por terreno bastante deshecho pero transitable hasta el Ibón Blanco.
Ya en el Ibón empezamos a sospechar por qué algunos han rebautizado esta famosa cima como "Pedriguero". El ascenso, sin ser difícil, es un penoso y largo ascenso por pedreras. Tomándolo con paciencia y ahora sí, encontrando gente que ha subido desde Lliterola, ganamos altura lentamente. A medida que nos elevamos vamos ganando vistas sobre el Macizo de Aneto.
Finalmente alcanzamos la ancha arista somital del Perdiguero, con vistas al Macizo de Posets y a la cima, cada vez más cercana.
Parece que ya casi estamos, pero aún queda caminar un poco por la fácil cresta hasta alcanzar la antecima del Hito Este del Perdiguero. Allí nos cruzamos con diversas personas, a las que preguntamos por el descenso por el Valle de Lliterola. Tras otro rato más de transitar la cresta, ahora en terreno mixto y con un poquito de nieve, alcanzamos el punto culminante del macizo sin más complicaciones que haber caminado casi 7 horas hasta alcanzar la cima.
La panorámica es excelsa, con una vista que se extiende a prácticamente todas las zonas de tresmiles del pirineo: Aneto, Posets, Bachimala, Monte Perdido, Vignemale, Neouvieille... El Midi du Bigorre y los lagos del Portillon d'Oo y el Ibón Blanco también son visibles.
Disfrutamos las vistas, reponemos un poco de energía y decidimos completar la travesía descendiendo por Lliterola. Así conoceremos el otro valle y evitaremos tener que ascender de nuevo desde el Ibon Blanco al Portal de Remuñé. Por contra, sabemos que el descenso será por terreno desconocido y que muy probablemente acabaremos caminando de noche. Debemos bajar entonces sin prisa pero sin pausa, para llegar a terreno sencillo antes que nos alcance la noche. Un grupo de tres montañeros nos adelanta en el descenso y nos marca la ruta más directa hacia Lliterola, sin necesidad de pasar por el Ibón Blanco. Bajamos directo hacia el Ibonet de Lliterola, pero por terreno deshecho, empinado y algo inestable. Debemos ir con cuidado e ir buscando los hitos y pasos más asequibles. Algún resbalón acompañado de un pequeño susto nos llevamos descendiendo. Por suerte, no tenemos problemas mayores y finalmente alcanzamos el Ibonet por una abrupta canal. En la foto siguiente podemos ver la empinada canal a la derecha del Perdiguero.
Desde aquí el camino se torna más sencillo y cómodo. Trazas marcadas, pequeñas balizas de madera y descensos más suaves son ahora la tónica general. Avanzamos sin pausa hasta que nos engulle la noche, momento que aprovechamos para ingerir algo más de comida y descansar un poco antes de finalizar la larga travesía. En nuestro descenso, debido a la falta de luz, ni siquiera somos capaces de distinguir la Cabaña del Forcallo, un pequeño refugio libre.
Las piernas pesan bastante, pero estamos contentos y cerca del final del recorrido. Pronto entraremos en terreno boscoso, con los frontales alumbrando nuestros pasos. El camino está muy marcado, pero la noche siempre requiere un extra de atención para no perder la senda y marrar la ruta.
Por fin desembocamos en la carretera. Una de nuestras esperanzas era encontrar algún coche o montañero en este punto para retornar al punto de origen, unos 3 kilómetros de carretera más adelante. Como no hay nadie y caminar por carretera en suave ascenso no nos parece ya algo demasiado dificultoso seguimos sin esperar a que aperezca algún coche que nos acerque. Tras algo más de media hora caminando y comentado la espléndida travesía que hemos vivido, llegamos al coche. Retornamos al mismo refugio libre de la noche anterior, donde disfrutaremos de un glorioso plato de fideos calientes y sueño reparador para afrontar el retorno en coche al día siguiente. Ha sido una gran jornada para una gran cima. Ya esperamos la siguiente.