Finalmente no ha sido una buena noche, pero tampoco ha diluviado. La tienda se ha comportado y me levanto seco y con el material en perfecto estado. Algo después de las 6 de la mañana, con luz natural y cayendo 4 gotas finalmente me decido a desmontarla lo más rápido posible para que no se moje mucho y a iniciar camino. Hoy toca ponerse la chaqueta impermeable y los pantalones largos porque parece inevitable mojarse.
Por suerte, a primera hora, se abre algún hueco entre las nubes que deja estampas como ésta.
Impresionan las paredes del Mont Blanc de Courmayer, casi tan alto como el Mont Blanc y la esbelta Aiguille Noire de Peuterey a su derecha. Todavía podemos el Glacier la Lée Blanche y alguna de las agujas que destacaban ayer, como la Petit Aiguille des Glaciers.
La senda de descenso es cómoda y nos va dejando diversas sorpresas, como esta cabaña medio escondida entre las piedras.
Nos encontramos con el pequeño Lac des Vesses, pero nos llaman más la atención las impresionantes paredes e instalaciones en la Crête de Youla, con telecabinas y teleféricos de todo tipo.
Y como curiosidad, advirtiendo de la gran caída que debe haber a nuestros pies pero que la niebla no nos deja acabar de ver, los italianos ponen este explícito cartel.
No tardamos en volver a disfrutar de las agujas que nos maravillaron ayer: Aiguille des Glaciers y Aiguille de Tré la Tête.
Y frente a nosotros, ya se ve el Plan Chécrouit donde está el refugio de Maison Vieille frente al altivo Mont Chétif.
Así es como de manera bastante cómoda y en más o menos una hora llegamos al refugio de Maison Vieille, emplazado en una preciosa pradera.
Entramos para preguntar por la previsión meteorológica y las noticias no son muy alentadoras... Hoy no va a hacer buen tiempo y mañana probablemente tampoco. Mi tienda está totalmente húmeda de la lluvia de la noche, así que habrá que pensar un plan alternativo a acampar. La idea inicial era plantar tienda en la Testa Bernarda, a 2.500 metros donde la legislación italiana permite acampar, pero será más prudente meterse en alguna cabaña o refugio. La mejor opción parece el Refugio Walter Bonatti, pero aún queda mucho. Iremos viendo cómo se nos da la jornada.
Para sorpresa nuestra del refugio sale el amigo americano, el que encontramos ayer en la parte final de ascenso, que nos pregunta qué tal la noche y nos cuenta que ha dormido en el refugio. Después de la conversación lo perdemos de vista, baja como un tiro hacia Courmayeur, que empieza a verse ya muy por debajo nuestro entre brumas.
Courmayeur es una de las grandes ciudades alpinas, seguramente la más importante en los alpes italianos. Comenzamos a descender, primero con suavidad hasta llegar a un nuevo grupo de casas, con restaurante y albergue en Pra Neyron.
A partir de aquí el descenso es de vértigo. Más de 1.000 metros de desnivel en eternos e inclinados zig-zags, que además vamos haciendo con cuidado pues la traza está un poco embarrada de las lluvias del día anterior. Hacemos una parada pronto. La chaqueta y los pantalones largos nos están haciendo sudar de lo lindo, así que pasamos a la manga corta. Nos vamos cruzando con remontes y telecabinas que suben y bajan desde Courmayeur. Si tuviéramos problemas físicos sería un buen comodín para ahorrar esfuerzos. Por suerte, el cuerpo aún aguanta bien.
Tras un largo rato descendiendo por un precioso bosque (digo precioso pero no lo disfruté mucho por las ganas de llegar abajo) por fin el camino se aplana y aparece Courmayeur en el horizonte.
Entramos primero en la zona de Dolonne, que dispone de un parque de actividades multi-aventura, el Fun Park Dolonne. El arco de entrada nos recuerda vagamente a la entrada a Jurassic Park. La verdad es que sería de auténtico impacto cruzarse un T-Rex por esta zona...
Una vez cruzado Dolonne, pasamos sobre el Río Doira, espectacular a su paso por Courmayeur.
Y ya rápidamente nos plantamos en el centro de la ciudad, con bonitas casas y llamativos bares y restaurantes donde tomar algo. Además parece que los precios no son extremadamente desorbitados. La idea inicial era parar aquí a tomar una comida caliente en alguno de estos sitios, pero no son ni las 10 de la mañana, por lo que prosigo mi marcha.
Salir de Courmayeur es un proceso algo más lento de lo esperado. Atravesamos largas calles y cuando parece que se acaba la ciudad comienza otro nuevo barrio del mismo un poco más arriba. Pasamos de este modo por el Villair Inferior y luego el Superior, donde ahora sí, se acaban ya las casas y tomaremos la senda de ascenso al Refugio Bertone.
Ya en las guías avisan de la dureza de este ascenso. No es difícil y la senda no tiene ningun complicación técnica, pero las numerosas lazadas en fuerte ascenso se hacen notar en las piernas y hay que estar muy fuerte o tomárselo con filosofía. Casi dos horas después llegamos al Refugio Bertone. El tiempo ha ido emperorando a medida que ascendíamos. Aún así hemos podido ver en contadas ocasiones la ciudad de Courmayeur ya muy por debajo de nuestra altura.
Para cuando alcanzamos el refugio ya ha empezado a llover de nuevo, y cada vez con más fuerza. Así, nos toca una parada obligada en el refu, que aprovecharemos para tomar una ensalada de pasta en conserva y recuperar fuerzas, pues el largo descenso a Courmayeur y el posterior ascenso ya se hacen notar y hay que recuperar fuerzas.
La lluvia y el frío hacen que haya mucha gente en el refugio, tanto dentro como en las mesas para hacer pic-nic en el exterior del mismo. Preguntamos nuevamente por la previsión meteorológica. Una chica argentina nos atiende. La previsión empeora a medida que avanza el día. Mañana más de lo mismo. Lluvias todo el día aunque más por la tarde que por la mañana.
Así, es momento de plantearse cosas. Estoy bastante lejos de donde quería llegar hoy, pero no para de llover y en algún momento con bastante fuerza. ¿Me quedo allí? ¿Sigo? La verdad es que dudo bastante. Al final pesan más las ganas de avanzar y cuando afloja un poco salgo. Esta vez con todo el equipo impermeable, mochila incluída con su funda de plástico, bien colocado.
En unos 10 minutos, casi en la cota 2.000, llegamos a una tabla de orientación desde donde volvemos a ver el Mont Chétif y asoman, tímidamente, grandes cimas al fondo.
Junto a la tabla, el Tour se vuelve a bifurcar. A la izquierda, camino que rodea las montañas al Refugio Walter Bonatti (recorrido oficial del Tour). A la derecha, fuerte ascenso al Mont de la Saxe y a la Testa Bernarda (variante montañera).
Vuelvo a dudar si coger la variante con probabilidad de más lluvias o el otro camino que transita a altitudes más modestas. En este caso las dudas no duran mucho, pues todas las variantes que he ido tomando han sido lo mejor de cada jornada y no me quiero perder ésta.
Después de un fuerte ascenso inicial el camino se vuelve llano y suave y no llueve, aunque no perdemos la niebla de vista en ningún momento. Ya estamos en el Mont de la Saxe y podemos ver la Testa Bernarda al fondo.
Parece que bien pocos hemos optado hoy por tomar esta variante. Durante el camino sólo me encuentro con un grupo de tres chicas francesas, que dejaré de ver en el descenso. Es posible que ellas hicieran una ruta circular o bajaran por otro valle. Caminar entre nieblas siempre ta de una mayor sensación de aventura, pero en este caso te hace lamentar las vistas perdidas. De vez en cuando sopla un poco de viento y podemos ver algo en la lejanía.
Las Grands Jorasses y el Dent du Geant, entre otros, son cimas que normalmente se ven bien desde aquí. Nosotros los vemos momentáneamente. Un poco después logramos llegar a la Testa Bernarda, justo sobre los 2.500 metros de altura.
El vertiginoso camino de descenso al Col Sapin se ve claramente. Junto a nosotros las nubes se arremolinan y forman espectaculares montones de "algodonescas" figuras. La visibilidad es reducida, pero parece que estemos tocando el cielo.
Ya en el Col Sapin, el amplio collado separa los descensos a Courmayeur, a la derecha y al Val de Ferret, a la izquierda. Bajamos en nuestro caso en esta segunda dirección, donde no tardamos en topar con el Alp di Secheron, una cabaña aislada en medio de una zona bastante llana.
Echamos la vista atrás. El Col Sapin y la Testa Bernarda tienen destacadas siluetas desde aquí, en contraste con las redondeadas formas que apreciábamos subiendo por el otro lado.
Ahora el refugio debe estar muy cerca ya. O eso pensaba... Una mirada rápida a la guía de Cándido Muñoz y mis mapas (a los que sólo les falta este pequeño tramo entre Secheron y el descenso a Bonatti) me hacen creer que desde Secheron sólo me queda un corto descenso al refugio, cuando en realidad tenía que volver a ganar 200 metros de desnivel hasta un nuevo collado y luego bajar otra hora más aproximadamente. Podemos apreciar parte de mi "inesperado" ascenso.
No hace falta decir que este ascenso-descenso es parte de otra variante y podía bajar directamente al Val de Ferret si hubiera hecho falta. Aún así, al final no fue para tanto y como premio se abrió la niebla a mi paso por el nuevo collado, el Pas entre deux Sauts.
Increíble sensación volver a disfrutar de vistas y ver el poderoso circo que se se hallaba frente a nosotros. Con los ánimos levantados por esta inesperada mejoría del tiempo, perdemos altura en busca del Refugio Walter Bonatti. Una marcada traza nos guía hasta unos curiosos llanos, con redondeadas formaciones cuyo origen no sé explicarme, pero que desde luego eran remarcables.
Al final de este curioso llano, hallamos dos grandes construcciones: el Alp Superior di Malatrá y el Alp Superior de Gioé, de dimensiones considerables. Ambas cabañas estaban muy bien conservadas y cerradas.
Un poco más adelante, nuevas construcciones, éstas abiertas pero en estado ruinoso.
Y entre toda aquella ruina y niebla, una pequeña y curiosa visita asoma la cabeza: una marmota, casi camuflada entre las piedras por su grisáceo pelaje.
Continúo bajando y el refugio parece que no aparece nunca. Además vuelve a llover y va apretando... Por suerte, no tardan demasiado a aparecer las ruinas del Alp Inferior de Malatrà, que preceden al esperado Refugio Bonatti.
Sin parar ni a hacer una simple foto entro dentro del refugio. El comedor es espectacular y las instalaciones son remarcables. Me cuesta 25,50 € sólo dormir, lo cual no está mal. Es uno de los refugios más económicos del Tour. Además me dan dos "jettons" o fichas para usar agua caliente en las duchas.
Subo a dejar las cosas al bucólico dormitorio colectivo-buhardilla y me organizo un poco la mochila y mis cosas. Después vamos a dar buena cuenta de los "jettons". Han sido 4 días desde la última ducha. Fue una sensación poco menos que gloriosa.
Acabada la hora de la limpieza toca llenar el estómago. La niebla ha empezado a escampar. Salgo a la puerta del refugio, a una zona cubierta a cocinar, y me encuentro con esta deslumbrante visión, quizás una de las mejores del todo el Tour: las Arêtes de Rochefort y las Grands Jorasses.
Tomarse unos tallarines a la carbonara con aquellas vistas es uno de esos grandes placeres que sólo se llegan a comprender cuando uno los experimenta. Uno de esos momentos en los que sabes que ha merecido la pena andar todo el día con un mochilón sin apenas ver a causa de la niebla.
Cuando estoy haciendo mi segundo plato (salchichas de frankfurt), me encuentro nuevamente con el amigo americano, que me ve cocinando con todos mis cacharros y me dice que vuelve en seguida, que me quiere enseñar una cosa. A la vuelta me enseña un Jet Boil, un ingenioso y compacto "todo en uno" de cocina. En poco peso y espacio llevas cazuela, hornillo y bombona. Sin duda antes de la próxima gran travesía tendré que hacerme con uno. Hablamos un poco y disfrutamos las vistas, sin duda lo mejor del día.
Las caras que se ven por el refugio ya empiezan a ser familiares. Con algunos hemos tenido alguna conversación, como el amigo americano. Con otros sólo nos hemos saludado por el camino, pero ya pocas caras hay que no hayas visto antes. Una sensación curiosa.
Después de todo esto, un ratito de lectura y a dormir plácidamente, que mañana toca seguir. Veremos cómo se comporta el tiempo...
Fotos de la cuarta jornada del TMB: Vivac sobre Arp Vieille - Refugio Walter Bonatti