El despertador estaba puesto a las 6 de la mañana. Por desgracia la noche no había sido muy agradable. Varios paseos nocturnos al lavabo y un dolor de barriga convierten la tarea de dormir en complicada. Finalmente alargo las horas de descanso. Pasadas las 8 empiezo a movilizarme para recoger las cosas. Me va a tocar caminar a la Fenetre d'Arpette con el estómago vacío. Comer no es una buena idea ahora mismo. No sé muy bien cómo lo haré, pues en el refugio no tienen ningún tipo de bebida isotónica y será duro caminar sólo bebiendo agua. Empiezo a plantearme que pueda seguir ruta en condiciones cuando me encuentro a la pareja de vascos. Nos saludamos amablemente e intercambiamos impresiones. En cuanto les digo que estoy mal del estómago me ofrecen un suero de naranja para el agua, para reponer fuerzas y un Fortasec. ¡Estoy salvado!
Así, acabo de preparar mi mochila, disuelvo el suero en agua e inicio camino. Me ha quedado sólo en Arpette. Parece que soy el último en salir, algo después de las 9 y media. El camino gana altura inicialmente con mucha suavidad, cosa que se agradece. Avanzo despacio pues no quiero consumir más energía de la necesaria.
Hay que tomárselo con mucha calma. Cada 200 metros de desnivel, aproximadamente, me propongo hacer una parada técnica para reponer fuerzas y descansar mochila. No tengo ninguna prisa porque no quiero tener ningún bajón de energía y no tengo ninguna intención de dejar el Tour ahora. El camino se torna agreste a medida que entramos en la alta montaña. Realmente la subida a la Fenetre d'Arpette es especial. Me recuerda a algunas subidas a estrechos collados pirenaicos.
En la parte final debemos progresar por tartera y canchales, con alguna dificultad extra.
Hemos subido casi todo el camino en solitario, pero aquí empezamos a encontrarnos con gente, tanto bajando de la Fenetre como en nuestra misma dirección. Al final he tardado 3 horas a subir, que sorprendentemente coincide con el tiempo estándar que marcan las guías. Me he notado un poco bajo de energías en algún momento pero no ha sido para tanto. Primera parte conseguida. Ahora intento sentarme un poco en el collado, lo que se hace complicado por la cantidad de gente agolpada.
Gustaría de la increíble vista del lugar (eso rezan las guías) pero la ya familiar niebla no nos deja ver demasido lejos.
Y mientras descanso encuentro una familia (padre, madre y 2 niños, de unos 11 años aproximadamente el mayor) que hablan en castellano. Hablamos un rato y compartimos parte del descenso con el padre y el hijo mayor. El descenso es un poco técnico en su parte inicial, pero no presenta dificultades. Se nos hace muy cómodo, aunque un poco largo. Por suerte la niebla se levanta eventualmente y ganamos espectaculares vistas al Glacier du Trient.
La bajada se hace mucho más llevadera que el camino hasta la Fenetre. Estábamos temiendo un descenso rompe-piernas por terreno delicado pero por suerte no es así. Y amenizando este tramo, paramos de vez en cuando a fotografiar y admirar los numerosos tonos de blanco y azul que cohabitan en la lengua del glaciar.
Por fin alcanzamos el fondo del valle, al que nos íbamos acercando pero que parecía que no llegaría nunca.
Un poco más adelantenos topamos con el Buvette du Glacier, donde aprovechamos para comprar agua y usar el lavabo.
El lugar es agradable y supone el final del descenso. Aquí volveremos a ganar altura para tomar el camino de Les Grands que nos llevará hasta el Col de Balme, por donde queremos descansar hoy. El día no ha sido muy bueno hasta el momento, pero no ha llovido. Ahora empiezan a caer algunas gotas, pero poca cosa de momento.
Ascendemos por una estrecha senda, con las acostumbradas lazadas de tantos caminos superados. Según parece la mayoría de excursionistas optan por bajar por el valle en lugar de tomar la variante a les Grands, por lo que el camino se torna tranquilo y solitario. Pronto encontramos las ruinas de una cabaña.
Vamos ganando altura de nuevo. Esta vez decido hacer parada técnica cada 100 o 150 metros de desnivel. Cuesta subir pero no hay prisa. No es demasiado tarde todavía y ya queda bastante menos de la mitad. La niebla se espesa y empieza a llover más fuerte. Toca ponerle el chubasquero a la mochila. Pasamos junto a espectaculares paredes de roca. Una de ellas la cruzaremos transversalmente por unas inclinadas escaleras. Vamos con cuidado pues la piedra está húmeda, pero hay muy buenas repisas e incluso una cadena para asegurar el paso.
Después de este paso tardamos muy poco a llegar a una cuidada casa con una fuente en su exterior.
Parece que ya hemos llegado a les Grands. Acabamos de superar el último tramo de subida. Ahora el camino alternará bajadas y suaves subidas hasta rodear la montaña y llegar al Col de Balme. En momentos puntuales se despeja la niebla e incluso vemos el sol. Aprovechamos para estudiar el terreno que nos espera y hacer fotos.
En algún momento podemos ver hasta el fondo del valle muy por debajo nuestro, hasta el pueblo de Trient, por donde transcurre el trazado oficial del Tour.
Las ganas de alcanzar el Col de Balme empiezan a asaltarnos. El camino es llevadero y cómodo, pero se empieza a hacer largo el flanqueo y el Col de Balme no se vislumbra. Ahora pasamos sobre Les Herbagères, donde hay una gran construcción que nos preguntamos si estará habitable en caso de emergencia. En cualquier caso está unos cuantos metros por debajo nuestro, por lo que no nos apetece bajar a comprobar su estado de conservación.
Ahora sí que estamos cerca de nuestro objetivo. Ya estamos en el Col de Balme, con su enorme refugio justo al lado.
Tocamos a la puerta para preguntar precio, pues mi tienda de campaña está húmeda de la noche anterior y no tengo ganas de volver a coger frío. Aparece una mujer de avanzada edad, que me dice que cuesta 55 € dormir allí y que no hay posibilidad de sólo dormir, que hay que coger media pensión.
Me parece bastante caro por lo que decido seguir. Tan sólo 100 metros después, rodeado de niebla y con frío viento me cuesta encontrar el camino por el que debo continuar. No he consultado qué dirección debo tomar y los carteles que encuentro no me lo clarifican. Mientras estoy pensando qué hacer aparece otro excursionista que me pregunta por el refugio. Viendo como está el panorama decido acompañarle y rascarme un poco el bolsillo. Incluso podría atreverme con la cena ahora que parece que me encuentro mejor.
Llamamos a la puerta y no hay reacción. Me han atendido hace 5 minutos y ahora no aparece nadie. Tras un rato de espera y búsqueda, nos acaban abriendo. El refugio no se encuentra en un estado de conservación óptimo, precisamente. Lo lleva una pareja mayor con un chico de unos 20 años que debe ser su nieto. Nos presentamos con el compañero que ha entrado al refugio conmigo. Se llama Jordan y es de Carolina del Norte. No le pregunto pero parece evidente que es un homenaje al jugador de baloncesto. Somos los únicos ocupantes del refugio, uno situado en un lugar muy estratégico. Nos parece como mínimo extraño. Más tarde iríamos entendiendo... Mantenemos una agradable conversación mientras cenamos, en la que le hablo de los Pirineos y me cuenta que lleva tres años trabajando y estudiando en Alemania y que está sorprendido de la amabilidad de la gente en el Tour del Mont Blanc.
La cena merece algún comentario. De primero nos ponen una sopa-puré con tropezones de champiñones. Bastante buena. Luego ensalada. Aceptable. De segundo una tortilla a la francesa, un tanto quemada, pero que se puede comer. No podía librarse de un comentario mío aludiendo a la "Spanish Omelette". Lo más escandaloso es que nos ponen vasos pero no nos dan agua. La del refugio no es potable y si la queremos embotellada tenemos que pagar. Lamentable que pagues media pensión y no te sirvan ni agua... Dudamos que nos sirvan postre. Finalmente aparece una tartaleta que tampoco estaba mal.
Así, después de cenar me voy a repasar el recorrido de mañana y a dormir. Espero que el estómago esté en condiciones. Ahora lo importante es que dormiremos anchos, sin sufrir el viento ni el frío y la tienda estará seca para usarla nuevamente la próxima jornada. Y como siempre, habrá que esperar a ver si despeja. ¿Será mañana el día?