Tras una buena noche de descanso suena la alarma. Hoy va a ser una jornada emocionante. Una subida contínua de unos 800 metros de desnivel nos separa de la última cima del Tour, Le Brévent. Desde allí el famoso Jacques Balmat estudió el terreno para ascender por primera vez en la historia al Mont Blanc, allá por el año 1786. Y después de este ascenso, unas 3 horas y 1.600 metros de descenso para volver a Les Houches, nuestro destino final.
Todo listo para comenzar a andar. Sólo hay un pequeño problema: aún está lloviendo. Como ayer avanzamos más de media hora de la jornada de hoy y teniendo en cuenta las buenas previsiones, esperamos un rato a ver si afloja. En cosa de 20 minutos ya sólo chispea. Es el momento de desmontar campamento.
Pronto deja de llover, pero continúa habiendo niebla. Nada nuevo. Ascendemos sin demasiada dificultad. Parece que las fuerzas han ido aumentando desde que el estómago empezó a reclamar protagonismo en esta excelsa aventura. Y andando, andando, llegamos junto a las estaciones de telesilla en Plan Praz.
Próximo a estas instalaciones, encontramos un restaurante. También una bifurcación de nuestro camino, bien indicada, donde se nos indica 1 hora de caminata hasta el Col de Brévent y 1 hora 45 minutos hasta la cima. Ya olemos la panorámica cumbre.
No parece haber ni un alma por la zona. De hecho, el primer ser vivo que tengo constancia de encontrarme es esta hermosa íbice.
Cuando la vi pensaba que era un rebeco o un corzo, pero gracias a las ensañanzas de un amigo cazador y de numerosas consultas en Internet por fin concluyo que es una hembra de íbice, fácil de distinguir del macho porque estos tienen unos poderosos y enormes cuernos. Sorprende lo poco asustadizos que son estos animales. No sé si es su carácter habitual o que se han acostumbrado a la gente.
Tras un ratito más, subiendo en cómodos zig-zags acabamos ganando el Col du Brévent. Tal como empezaba a sospechar, el sol que había dibujado en la pizarra del refugio está lejos de asomar. Seguimos sumergidos en la niebla y ya parece un hecho que nos perderemos la amplia visión que ofrece Le Brévent. Lo importante, de momento, es haber alcanzado el collado, donde hacemos un parada técnica.
Al instante de llegar aparece una figura entre la niebla, por un camino al otro lado del collado. Otro excursionista, también sólo, rubio y con un gorro que parece de lana y tiene pinta de abrigar bien surge de entre las brumas. Lleva una mochila considerable. Hablamos un poco. Estos días han ido genial para practicar inglés. Le digo que según las previsiones hoy saldría el sol, pero que ya se ve que eso será difícil que ocurra. También le comento que muchos me han dicho que el viernes vuelve el buen tiempo. Para mi sorpresa, me pregunta: "¿Qué día es hoy?" Le indico que es miércoles. Está haciendo el GR 5 desde hace 6 días y no tiene fecha para acabarlo. Él estima que tardará unos 40 días. También me explica que el año anterior había cruzado el Pirineo de punta a punta aunque no consigo recordar si por el GR 11, el 10 o haciendo la ARP (Alta Ruta Pirenaica). Para aumentar más mi admiración por el individuo, va en autosuficiencia, con tienda de campaña y comida a cuestas. Salió con una mochila de 23 kilos. La mía pesaba 18 y ya me parecía demasiado. Para quitarse el sombrero.
Nos despedimos y continúo. Cada vez se ve menos y el camino empieza descendiendo en vez de ganar altura. Empiezo a plantearme si me he equivocado de ruta, pero las marcas y la senda no dejan lugar a la confusión.
No tardamos en encontrar un grupo apelotonado en una zona reducida: están descendiendo unas escaleras y algunos se lo toman con calma. Cuando acaban de pasar todos nos lanzamos hacia las escaleras, que amenizan la parte final del ascenso. En breve alcanzaremos un gran pilón, muy cercano a una discreta cresta.
Iluso de mí gano unos metros hasta la parte más lata de la cresta, por si se abriera algún claro en la niebla y me dejara ver algo. Como era de esperar, esto no sucede, pero había que probarlo. De vuelta al pilón, me vuelvo a encontrar con mi colega del GR 5 y continuamos juntos hasta Le Brévent. De hecho, cuando nos encontramos, los dos pensábamos que ya habíamos hecho cima. Unos metros más adelante nos llama la atención una explanada plagada de hitos.
Foto de rigor y retomamos camino. Casi al lado está la bifurcación por donde se desciende a Les Houches. A la izquierda sigue una senda, esta sí, que llega al punto más alto, a Le Brévent.
Así que seguimos hasta alcanzar el punto más elevado del día, donde ya no esperamos gozar las vistas. Allí hay un extenso mirador, con una tabla de orientación y la Cabane du Brévent, donde organizan actividades y proporcionan información del lugar.
No vemos más allás de nuestras narices, pero los plafones explicativos nos ayudan a comprender la increíble visión que nos estamos perdiendo.
Gracias a ellos nos hacemos una idea también de la primera ascensión al Mont Blanc, protagonizada por Jacques Balmat. Esta histórica gesta empezó a fraguarse donde nos encontramos, pues desde allí oteó los puntos débiles de los glaciares para atacarlos a posteriori.
Acabada la visita ya no queda más por subir, ahora hay que dejar trabajar a la gravedad. Al lado mismo de la cima hay un teleférico que conecta con Chamonix. Decido que algún día habrá que volver a ver las vistas, pero quizás ese día suba en teleférico. El tiempo dirá...
De momento ya hemos superado la primera parte de la jornada de hoy. El siguiente objetivo es el Refugio de Bel Lachat, a 2.100 metros de altura. Me despido del nuevo amigo e inicio la ruta a Les Houches. No tardamos mucho a encontrar un grupito de 4, que hablan en español. Son 4 murcianos de los que me había hablado una pareja, que decían encontrárselos cada día. Ya pensaba que no existían. Comentamos que toda la gente que hacía el Tour parece que ha ido desapareciendo a medida que avanzaban las jornadas y que esta última jornada parece que sólo la hacemos los españoles. Para no perder la costumbre nos saludamos y hablamos un poco. Finalmente les decimos adios y les dejamos atrás. La mochila tira fuerte para abajo, y las ganas de reencontrarme con los colegas, 9 días después, también.
En un momento dado se vislumbra el Lac du Brévent, pero no mucho más.
Pasamos al fin junto al refugio de Bel Lachat, donde aprovechamos para comprar agua antes de continuar.
El lugar debe tener una visión espléndida y está en una tranquila ladera. Un cartel me dice que me quedan 2 horas y media a Les Houches. Esto se está acabando. Antes de llegar encontraríamos a la oveja negra del Tour.
Y en momentos muy puntuales, hasta se deja ver el enorme Glacier des Bossons, por donde incurrió el ya mencionado Balmat en su famosa y pionera incursión.
Poco a poco se va acabando el terreno de alta montaña y nos adentramos en vistosos bosques.
Principalmente hayas nos encontramos en este tramo, recordando al Montseny donde tantas veces hemos ido de excursión. Las curvas en el sendero se suceden, de manera similar al descenso a Courmayeur de días anteriores. Pasamos muy cerca de una reserva de animales alpinos, el Parc Animalier. Llegando aquí ya hemos acelerado el paso, pues se huele la llegada a Les Houches y las ganas de concluir el descenso son elevadas. Vamos fijando hitos intermedios para animar el descenso. Primero la carretera con el parquing del Parc Animalier y luego la estatua de Le Christ Roi, el Cristo rey que se alza por encima de Les Houches y desde el que tenemos una privilegiada vista sobre el núcleo urbano.
Los tiempos marcados hasta nuestro destino se van reduciendo y la altura marcada por el altímetro también. La aventura se acerca a su conclusión. En poco tiempo nos encontramos ya cruzando sobre el caudaloso río Arve.
Ya casi es las 1 del mediodía. Si no hay sorpresas llegaré a la hora acordada. Ahora hay que volver a subir un poquito y entro en Les Houches. El objetivo final, el teleférico donde iniciamos el periplo alpino debe estar a tiro de piedra. Por el camino nos siguen asombrando casas como este cuidado albergue.
Apretamos el paso. Queda muy poquito ya. La calle ahora baja. Paso frente a una tienda que recuerdo que estaba muy cerca del teleférico. ¡Qué ganas! Debo estar a unos 200 metros. ¡Ya veo a mis compañeros! Alzamos los brazos, saludamos y por fin llegamos al final. Me ayudan a descargar, me cuentan sus aventuras y me dicen que estoy más delgado. El ejercicio, combinado con la gastroenteritis de los últimos días se han hecho notar.
Reorganizamos las cosas y nos hacemos la comida. Un yakisoba al curry y unos tortellinis que saben a gloria. Como no, acompañados de salchichas de frankfurt. Me encuentro bastante bien del estómago, pero todavía no me atrevo con el lomo de atún. Acabamos de comer. En una comida hemos ensuciado los cacharros de cocina más que en 9 días. Da gusto caminar sólo, pero desde luego tener compañía también.
Cuando hemos acabado de comer aparecen los murcianos. Les voy a saludar y les felicito. Me piden que les haga una foto de su momento de gloria. Bien, esto ya se ha acabado... La verdad es que, como muchas actividades, no acabas de saborear lo que has hecho hasta que pasa un poco de tiempo. No han sido sólo 9 día de travesía. Ha sido la primera visita a los Alpes, con sol y probando su climatología, que puede ser adversa incluso en verano y cambiante.
Normalmente describen estra ruta con algunas cifras: 3 países, 170 kilómetros, 10.000 metros de desnivel positivo. Las cifras quedan cortas. Ya no es subir, bajar, admirar glaciares, atravesar fronteras o ganar collados. Es conocer, conocer el macizo más altivo de los Alpes. Y descubrir... refugios, cabañas, animales, personas. Pero curiosamente, lo que más me ha hecho disfrutar ha sido revivirlo y contarlo. Espero que ahora vosotros lo hayáis disfrutado conmigo.
Fotos de la novena jornada del TMB: La Flégère - Les Houches