Toca aprovechar la festividad de la Mercè en Barcelona y esta vez lo haremos con una travesía que nos quedó en el tintero en verano: ascender al Pico de Aragüells desde el Valle de Vallibierna y descender por el Valle de Cregüeña. En verano contaríamos con servicio de autobús para subir hasta el Refugio de Pescadores, pero en esta época la barrera que hay en la pista se levanta y se puede subir con vehículo particular. El problema para nosotros es que hacemos travesía y no nos sirve de nada subir en vehículo particular, así que tendremos que hacer a pie la aproximación hasta el refugio de Pescadores o hasta la Cabaña del Quillón, según la hora a la que lleguemos por allí.
Llegamos al Plan de Senarta antes de lo previsto, antes de las 6 de la tarde. Iniciamos la marcha por la pista, aunque pronto llegamos a un atajo que la recorta por medio de un espeso y bonito bosque, siguiendo las marcas del GR11. Un rato después volvemos a salir a la pista, que ya no dejaremos hasta después de alcanzar el Refugio de Coronas. Remontamos cómodamente el Valle de Vallibierna, por la larga pista que nos deja estampas curiosas, como esta pared totalmente gastada por el agua que le ha ido cayendo.
El ascenso es constante pero llevadero. Finalmente pasamos junto a la Cabaña-Refugio del Quillón, una construcción curiosa por su forma ojival, pero bastante bien equipada y donde se puede hacer noche con relativa comodidad, aunque la capacidad es muy limitada. Sospecho que a más de 3 personas les costaría dormir a la vez en este lugar.
La cabaña está unos pocos metros por encima de la pista. Me acerco para hacerle una foto y curiosear el interior y me recibe un simpático finlandés que me cuenta que lleva un mes haciendo la transpirenaica y que le queda otro mes más de ruta. Tras varias frases chapurreando mi brillante inglés, digno de la mejor academia Opening, me despido: Good Luck! Ha pasado un buen rato y mi compañero no me ha esperado, seguramente no se ha percatado que me había parado a hablar con alguien. Así que aprieto un poco para pillarle y me pasa un Golf, con dos simpáticos ocupantes que ofrecen subirme hasta el refugio. Se lo agradezco y continúo caminando, ya que llevo un tiempo inactivo y me irá bien seguir andando para tonificar de cara a la jornada del día siguiente. Un poco más arriba vale la pena echar la vista atrás para ver el valle que hemos ido remontando y la cabaña que hemos dejado atrás.
Antes de las 8 llegamos al Refugio de Coronas que, en contra de lo que esperábamos, está casi lleno.
En este refugio caben unas 16 personas y está equipado con radioteléfono para emergencias. Como aún nos queda casi una hora de luz y hay mucha gente, decidimos seguir hasta el Ibonet de Coronas, donde haremos vivac. Llegamos allí con visibilidad casi nula y preparamos la cena: hoy toca caldo de Navidad, fusili tres quesos y salchichas de frankfurt. Ya de noche y con las fuerzas repuestas, preparamos saco y esterilla para dormir; cuando aparecen los dos chicos que nos habían ofrecido llevarnos en el coche. Nos cuentan que ellos irán mañana por la Cresta de Cregüeña al Pico Maldito y posteriormente al Aneto, donde piensan hacer noche al día siguiente. Continúan subiendo, con los frontales ya puestos, pero además con una niebla que se va espesando cada vez más. Al rato se despeja un poco y podemos dormir, como dicen algunos, en la habitación de las mil estrellas, con un visibilidad perfecta. La noche es fría y estamos a algo más de 2.200 metros al principio de otoño. La niebla nos vuelve a cubrir más tarde. El resultado se hace bien visible por la mañana, cuando la mochila amanece de esta guisa:
Tenemos que ponernos los guantes y golpear la escarcha helada para retirarla de los objetos que han quedado expuestos a la intemperie. Los mismos sacos también sufren estos "principios de congelación".
Suerte que habíamos traído buenos sacos, porque si no la noche podría haber sido dramática. Con las primeras luces vemos lo que debemos remontar por camino pedregoso y bien marcado.
Cuando ya hemos realizado una buena parte del ascenso, llegamos al Ibón Inferior de Coronas, que se encuentra en medio de una especie de embudo. Allí se hace evidente el camino que nos llevaría a la Brecha de Llosás, desde donde se puede descender al Ibón de Llosás o tomar la homónima cresta hacia el Aneto.
Nosotros tomaremos camino marcado en diagonal a la izquierda, hasta llegar a las proximidades del Ibón Medio de Coronas, el más grande de este circo. Para dirigirnos al Aragüells no hace falta pasar junto a este lago, ya que el camino de desvía a la izquierda un poco antes de alcanzarlo. Nos desvíamos un poco para ir hasta él a reponer agua.
Vemos también la cima del Aneto, y nos sorprende sobremanera avistar el Glaciar de Coronas prácticamente limpio de nieve. El año anterior nos fueron muy útiles los crampones para superar este glaciar con una fuerte pendiente. Después de llenar las cantimploras, volvemos al camino del Collado de Cregüeña. Éste es más incómodo que inclinado, pues no hay que superar mucho desnivel pero hay que avanzar por sendos canchales de grandes bloques de piedra.
Ya en el collado tomamos algo energético y dejamos las mochilas. Por fin avistamos el Ibón de Cregüeña al otro lado, junto a los macizos del Bachimala y del Perdiguero, en ese orden de izquierda a derecha. Este lago corresponde al tercero de mayor extensión del Pirineo.
A nuestra izquierda se ve claramente la cresta al Aragüells, que sube fuertemente.
Nos encaminaremos hacia ella, pero sin alcanzar su filo hasta la misma cima, ya que los hitos y el camino más cómodo transitan decantándose hacia el lado izquierdo de la cresta. Poco desnivel nos queda hasta alcanzar la cima del Aragüells, un tresmil con grandes vistas. Aún así nos cuesta un poco más de lo previsto, aunque no presenta dificultades técnicas y apenas hay que usar las manos en algún sencillo paso al final del ascenso. En el siguiente video podemos disfrutar de la amplia panorámica que se nos ofrece en la cima:
Bachimala, Perdiguero, Cresta y Pico de Alba, Maladeta, Pico Maldito, Aneto, Tuca de Vallibierna, Cotiella... Todas estas sierras y cimas pueden verse bien desde aquí en un día despejado. Disfrutamos el espectáculo, nos hacemos unas fotos y empezamos a descender, aunque la temperatura en la cima era fantástica: ni frío ni calor y ni gota de viento. Por el camino nos cruzamos 3 excursionistas con un perro, los únicos que vimos ese día. No tardamos en volver al collado, donde recogemos las mochilas y descendemos hacia el Valle de Cregüeña. No conocíamos este camino y parecía un descenso salvaje y complicado, pero lo cierto es que si sigues los hitos es bastante cómodo y no presenta dificultades. Eso sí, es importantísimo seguir los hitos, pues si no tomas el camino de flanqueo que te marcan y desciendes antes de tiempo te puedes encontrar con terreno muy complicado.
En este descenso seguimos encontrando consecuencias de las bajas temperaturas del día, como las trazas de tierra suelta, donde la tierra no se deslizaba porque estaba helada y compactada, o los témpanos de hielo de esta foto.
Nos pareció curioso encontrar estos signos de tan bajas temperaturas un 25 de septiembre a la 1 del mediodía. Esperábamos que el descenso al Ibón de Cregüeña fuera la parte más técnica del descenso, pero lo más pesado y donde más había que vigilar era en el camino que bordea el enorme y estético Ibón de Cregüeña. Encontraremos numerosas marcas que nos indican por donde bordearlo, pero el camino será un largo y pesado tránsito por medio de canchales, haciendo equilibrios y buscando los pasos más cómodos.
Echamos la vista atrás a la Cresta y al Collado de Cregüeña, en el centro de la foto; y al Aragüells, a la derecha del Collado.
Cuando ya hemos llegado al otro extremo del Ibón; el camino desciende fuerte, pero más cómodo, hasta dejarnos cerca del Ibonet de Cregüeña. La Brecha de Alba, por donde cambiamos del Valle de Alba al de Cregüeña hace cosa de un mes se ve claramente frente a nosotros, al lado derecho.
Paramos a comer y ya que tenemos tiempo de sobras y el clima es etupendo, nos echamos una buena siesta. A partir de ahora ya estamos de nuevo en terreno conocido. Descendemos sin tregua, pasando por una zona donde atravesamos un bosque que no está totalmente cerrado, por inclinadas y marcadas trazas. Llegamos a una zona más llana, a la Pleta de Cregüeña, donde podemos ver la fuerte pendiente que hemos descendido si miramos atrás.
Al final de la pleta, el terreno vuelve a inclinarse y nos internamos en terreno boscoso, donde la vegetación ya empieza a cambiar y se nota que vamos cambiando de terreno de alta montaña a media. Avanzamos siempre en paralelo al Río Cregüeña, con mucho protagonismo para el agua y para los saltos de agua, que en algún punto podemos disfrutar.
El descenso es largo y algo pesado. No dejamos de pisar piedra prácticamente en ningún momento y ya empezamos a tener ganas de llegar al valle principal, junto al Río Ésera. Finalmente llegamos allí, saliendo a la pista principal entre los puentes de Cregüeña y de l'Acampamén. Nos desplazamos unos metros a la derecha para ir a mirar si el Refugio de Pescadores del Pla de l'Acampamen está abierto, pero no hay suerte. Para usar el refugio hay que pedir permiso a los Agentes Forestales de Benasque.
Podemos andar un poco más e ir a dormir a una cabaña que conocemos en el Plan de Torpi, o dormir en el portal de este refugio protegidos de la humedad y el viento. Decidimos quedarnos aquí y nos ponemos a cocinar. Aún nos queda caldo de Navidad, que complementamos con una empanada gallega y tallarines a la carbonara. Buena cena para celebrar la bonita travesía que hemos disfrutado. La noche fue tranquila y al día siguiente sólo nos quedaba andar unos 3 kilómetros por una pista casi llana hasta retornar al coche que nos esperaba estacionado en el Plan de la Senarta. Buen verano y buen principio de otoño en Pirineos. A ver qué tal el resto de la estación.