Bien. ¡Llega el tercer día de la aventura! Hoy tengo previsto llegar al Col de la Seigne, donde el plan era plantar la tienda, pero parece que no va a hacer muy buena noche y no me apetece arriesgarme a que el agua cale en la tienda. En todo caso, eso será problema para la tarde... Estoy ne el Col du Bonhomme y es hora de disfrutar de las primera luces.
He dormido muy bien en la cabaña, que también ha facilitado el proceso de hacer y deshacer la mochila, y el desayuno. Así que, otra vez antes de las 7 de la mañana y con el ánimo a tope nos dirigimos hacia el Col de la Croix du Bonhomme. Por el camino disfrutamos de hermosas vistas. Estamos en los Alpes, casi me olvidaba...
Parece que la piedra está bastante seca, así que la variante de Col des Fours no entrañará demasiado peligro. Es pronto para decidir, veremos más adelante. De momento seguimos admirando las vistas. Ahora asoma debajo nuestro el redondo Lac de la Gittaz.
Seguimos camino y pronto nos viene a saludar la primera visita de la mañana.
Diría que es un bucardo... Bueno, en realidad sólo sé que es un tipo de cabra, lo de bucardo lo digo tras buscar en Internet. Tras búsqueda más exhaustiva concluyo que es un íbice o capra ibex. La verdad es que no parece tener mucho miedo a los humanos y se deja fotografiar tranquilamente. En menos de 45 minutos llego junto al Refuge du Col de la Croix du Bonhomme, que me parece es el refugio más alto del Tour del Mont Blanc, a más de 2.400 metros de altura. Poca cosa comparándolo con el Refugio Margherita, a más de 4.500 metros de altura, del que me hablarían mis compañeros "cuatromileros" tras reencontarnos. Habrá que visitarlo algún día... Pero de momento volvamos al Tour, que aún queda mucho.
Como acostumbra en todo el recorrido, unas buenas indicaciones nos marcan el ascenso al Col des Fours, con la piedra bien seca, por lo que nos aventuramos por esta nueva variante del Tour.
Nos quedan apenas 200 metros de desnivel para llegar al punto más alto del Tour, junto con la Fenêtre d'Arpette, a 2.665 metros. Este collado, el Col des Fours, lo ganaremos con bastante facilidad, ya que el camino sube cómodo y hemos empezado la jornada muy arriba ya. Llegando al collado las vistas mejoran, aunque el sol casi nos da de cara y resta visión. Podemos ver tresmiles como el Mont Tondu o la Aiguille des Glaciers, que iremos viendo desde diferentes perspectivas a lo largo del día.
Otra posibilidad aquí es ascender un poco más, hasta la Tête Nord des Fours (a más de 2.700 metros de altura) para ganar mejor perspectiva, pero lo descarto porque me interesa avanzar lo máximo posible antes de concluir la jornada y que se instale el mal tiempo sobre nosotros.
Así, empezamos el descenso, que en la guía está marcado como complicado si llueve y donde hay que vigilar la orientación. La verdad es que empieza por un cómodo pedregal y el camino está siempre bastante marcado. Así, sin mucha complicación y disfrutando el bucólico descenso, vamos perdiendo altura por terreno cada vez más verdoso.
Algunas "manchas" de piedra, moldeada por la aguas que descienden, rompen la tupida alfombra verde de los prados alpinos.
Es una buena zona para reponer agua si vamos escasos, como es mi caso. Un rato después, desembocamos finalmente a una pista de tierra, en la zona de Les Tufs, con alguna casa habitable.
El terreno pierde inclinación, pero entramos en un descenso zigzagueante por pista, que se nos hace un poco largo y pesado. Finalmente, tras más vueltas y giros de lo que hubiéramos querido, llegamos a la Ville des Glaciers, que como dicen algunos ni es una villa ni está en un glaciar, pero es remarcable por su privilegiada situación en terreno de tan excelsa belleza.
Encontramos unas casas donde venden queso producido por ellos. Me paro a hacer algunas fotos. La Aiguille des Glaciers es un telón de fondo inmejorable que hay que aprovechar.
¡Y seguimos nuestro camino! El próximo objetivo es el Refuge des Mottets, como paso intermedio al ascenso al Col de la Seigne, donde llegaremos a Italia y dejaremos Francia atrás.
El camino al refugio es una amplia pista, que sube de manera continua pero con suavidad. Cuando estamos a punto de alcanzar el refugio, el terreno se tranforma en un zigzagueante sendero que se encara hacia el ansiado collado que separa Francia e Italia. Así, sin prisa pero sin pausa, vamos ganando altura. Las numerosas lazadas que traza el sendero son mucho mejor bienvenidas ahora que en el descenso a la Ville des Glaciers. Encontramos en el camino un grupo familiar, con bastante niños, que llevan sus cargas cargados a los lomos de burros. Almenos 4 o 5 burros que nos cuesta un poco adelantar en un estrecho sendero. Con una parada técnica a media subida para ingerir chocolates varios y reponer fuerzas, nos animamos para seguir ganando altura. Mirando atrás podemos disfrutar del hermoso valle que acabamos de dejar.
Finalmente, después de una rato de subida asequible pero constante, nos plantamos a la puertas de los Alpes italianos. Han empezado a aparecer nubes, pero todavía se dejan ver algunas altivas cimas, como el Mont Blanc de Courmayeur, con más de 4.700 metros de altura.
Y tomamos nuevas perspectivas de la Aiguille des Glaciers, que no perderemos de vista todavía,
La cima es amplia y hay mucha gente disfrutando de las vistas. Incluso me encuentro un grupo que están instalando una nueva tabla de orientación. Encontramos numerosos pilones de piedras, vértice geodésico...
Paramos un poco y seguiremos camino. ¡Ya estamos en Italia! Decidimos seguir hasta el Refugio Elisabetta (1 hora más) para preguntar por la previsión meteorológica y decidir si nos quedamos en el refugio o seguimos un poco más. En el Valle de Aosta no está permitido hacer vivac a menos de 2.500 metros de altura, así que no será fácil encontrar un sitio para dormir.
Descendemos. El descenso está bien trazado y se hace bien. Pronto dejamos atrás la Casermetta, un espacio que han habilitado cerca del Col de la Seigne con actividades lúdicas y culturales de diversa índole relacionadas con el Mont Blanc. También tienen un espacio de emergencia para acoger a 2 o 3 personas en caso de muy mal tiempo.
Más abajo hallamos una curiosa casita, donde no nos importaría alojarnos unos días.
Y en nada ganamos el fondo del valle de Lée Blanche. Este valle, ancho y apacible, está dominado por el agua y circulan incluso vehículos todoterreno por esta zona.
Se me hace un poco pesado, porque el refugio ya debería haber aparecido por la altura a la que estamos pero no acaba de mostrarse. ¿Estará jugando al escondite? Me parece que tocaría descansar un poco ya... Finalmente, tras un marcado giro, aparecen numerosas casas en ruinas y encima de todas ella el Refugio Elisabetta Soldini. El marco donde se halla es excepcional, con el Glacier de la Lée Blanche a su derecha.
Bien, nos tocará subir un poco hasta el refugio. Se me hace el tramo más duro de todo el día: una fuerte subida por pista, que tarda a acabar más de lo deseado. Finalmente llego al refugio donde puedo hablar con el guarda... ¡en español! Casi se me salta una lagrimita, jeje. El refugio no tiene plazas y les pregunto por las ruinas que hay debajo para dormir y me dicen que no se responsabilizan del que duerma allí. No tengo muy claro qué haré esta noche. Hará mal tiempo seguro, pero tampoco parece que haya previsión de tormenta...
Decido ir a comer y me preparo unos fideos orientales al curry que me sientan a las mil maravillas. Después, entro al refugio y me pido una tartaleta de frambuesa. Me cuesta 5 €, pero los doy por bien pagados. Muy buena y me ayuda a reponer fuerzas. Ya que estoy voy al lavabo...
Finalmente decido descender a las ruinas y buscar acomodo. Me encuentro con el francés de Grenoble de ayer y me pregunta que qué haré. Le digo que voy a dormir en una caseta de por allí y me acompaña a mirar el terreno. Entre algunos restos de basura en la zona, que es bastante pronto y me encuentro con fuerzas acabo acompañando a mi colega francés camino adelante, ahora hacia el Lago Combal, que está bastante cerca.
Por el camino vamos hablando de los Pirineos, de montaña y me atrevo a decirle que en Los Alpes parece que los caminos son menos inclinado que en Pirineos... Me arrepentiré varias veces de haber dicho eso, jeje. Comentamos posibilidades varias para dormir. Finalmente él decide acercarse al Refugio Combal, junto al lago, donde hay tiendas montadas y parece que dejan hacer vivac. A mí no me convence mucho porque está lleno de gente. Me decanto por tomar la senda que asciende a mi derecha y adelantar camino para mañana. Nos despedimos. No me volví a encontrar con mi colega francés, pero me hubiera gustado. Quién sabe si en el futuro.
Empiezo a ascender. En mi mapa hay dos cabañas, miraré a ver si están abiertas y habitables y así no tengo que plantar tienda. A medida que subo se ve al Refugio Combal.
Un rato más tarde alcanzo las ruinas de la primera cabaña.
Aunque parece que no queda nada en pie aún hay una zona donde podría dormir a cubierto. Como sigue siendo pronto y el mapa me marca otra cabaña en mejor estado más arriba retomo camino. Vale la pena girar la cabeza y admirar los glaciares de la Lée Blanche y el Glaciar de Miage.
Seguimos subiendo y parece que no se llega a la segunda cabaña. Finalmente la encontramos. Ésta tiene una pinta estupenda. Menuda noche voy a pasar ahí...
Sólo hay un pequeño pero... Es una cabaña de un pastor, y el pastor está en ella. Intento hablar con él a ver si la deja abierta, pero después de decirme dos veces que el camino es por la derecha se gira y no me habla más. Una muestra inequívoca de cordialidad y ganas de que haga noche allí. Con el mensaje más claro que el agua sólo queda seguir subiendo a la búsqueda de algún prado o ya de llegar a la cota de 2.500 y acampar legalmente.
Otro excursionista llega detrás mío. También va sólo y nos saludamos y cruzamos dos palabras. Seguimos subiendo. El altímetro me marca ya más de 2.400 metros. Y ahora, al final de la subida hay un cambio de rasante con una explanada herbosa que está reclamando una tienda de campaña sobre ella. Así, saliendo un poco del camino, en una especie de falso collado, haremos noche. El compañero continúa. Le digo que me quedo aquí con la tienda y nos despedimos.
Así quedó el pisito finalmente, con los glaciares de la Lée Blanche y de Miage decorando las "paredes":
Y al otro lado destaca el Mont Favre, un pico de 2.900 metros.
Después de montar la tienda me meto a echar una siesta. Hace aire y bastante fresco aquí, pero en la tienda se está de película. Cuando despierto están cayendo gotas, así que debo desistir de cocinar. Dentro de mi tienda no puedo hacerlo. Así que esta noche lectura, cena fría y a dormir. Y a esperar que no llueva mucho y la tienda aguante el caudal de agua. Pero eso lo explicaremos en otro relato.
Fotos de la tercera jornada del TMB: Col du Bonhomme - Vivac sobre Arp Vieille